Recordando a Gino

La vida está llena de decisiones, algunas fáciles de tomar y otras por el contrario muy difíciles. A muchas madres nos ha tocado decidir si interrumpir o no un embarazo por condiciones "incompatibles con la vida"; es muy importante para todas esas madres que han pasado por esto, que sea cual sea que haya sido su decisión, sepa que esa fue la que su corazón, sus vivencias y condiciones le permitieron considerar que era la adecuada. 

Como madres que amamos a nuestros chiquitos, hemos sido capaces de tomar esas difíciles decisiones, siempre poniendo el inmenso amor hacia nuestros hij@s por delante. Andrea Di Matteo, una madre que como todas, añoraba ver crecer a su pequeño Gino, nos cuenta su historia, su decisión; tomada por el gran amor por su hijo. 

MI PEQUEÑO GINO

Siempre fuimos una pareja feliz, y desde el 13/09/2010 a las 10:23 de la mañana  momento en el que nació nuestra primera hija, Lucrecia conocimos la absoluta felicidad y el amor eterno. En junio del 2012 decidimos empezar a buscar nuestro segundo bebe y fue recién la noche de año nuevo de 2013 que tuvimos el test positivo. Todo era alegría! La única complicación era un pequeño desprendimiento que pronto se resolvió porque me cuide mucho haciendo reposo. En el screaning del primer trimestre el médico nos dijo que la traslucencia nucal estaba aumentada por lo que nos recomendó hacer unos marcadores bioquímicos; sacamos turno con la genetista que se encarga de esos análisis, me extrajo sangre, nos explico cuales eran los posibles “problemitas” que podría tener el bebe: Trisomía 13 o trisomía 18…

Siempre fuimos muy optimistas, por eso nunca pensamos en la posibilidad de que el bebe tuviera algo malo y las probabilidades nos acompañaban porque después de repetir la eco y con los resultados bioquímicos nos dijeron que había 1 en 116 de riesgo para trisomia 18 y que para tener certeza la única opción era hacer una punción, y así fue como en la semana 16 de embarazo nos arriesgamos e hicimos la biopsia de vellosidades coriales... a los 2 días me llamo la genetista para darme los resultados: trisomía 18 con una certeza del 99,9%.

Nuestra primera reacción fue negarlo… después nos desesperamos y lloramos una semana seguida, no podíamos ni hablar del tema sin estallar en llanto, ni pensar en el tema… éramos una pareja de luto con una vida en el vientre y no podíamos seguir así. Nos plantearon las opciones: seguir con el embarazo sabiendo que la esperanza de vida de nuestro hijo era mínima (el síndrome de edwars o trisomía 18 es “incompatible con la vida” según los médicos) o interrumpirlo.No fue difícil tomar la decisión correcta para mí, en un primer momento y creo que como un mecanismo de defensa pensamos en el aborto… pero solo por evitarle el sufrimiento a él, a su hermanita y quizás a nosotros mismos. Hasta que nos dimos cuenta de que es ilógico pensar en “vamos a matarte para que no sufras cuando mueras”

Visitamos al Padre Ignacio y nos aferramos a la fe, eso nos ayudo a llevar el embarazo de una manera increíble porque disfrutamos de cada momento de felicidad y hasta nos olvidamos del diagnostico; en la eco morfológica le detectaron muchos signos propios del Edward: pie bot, manos en garra, micrognatia, signo del limón, etc etc etc… y lo único que escuchamos fue que no tenía problemas cardíacos (que es la principal causa de muerte en estos bebes) y con las ecos siguientes nos confirmaban  el diagnostico y la falta de problemas cardíacos ¡estábamos felices y totalmente convencidos de que nuestro hijo iba a ser un milagro!

El 16 de agosto fuimos a control de rutina con la semana 37 ya cumplida y el obstetra nos dio la peor noticia: su corazón que no tenia ningún defecto, que era totalmente normal ya no latía… ese mismo día me indujeron el parto… es tan horrible parir a un hijo muerto!!! Y toda la escena fue digna de una novela, inolvidables los dolores… los desmayos… parir en la vereda del hospital. A las 23hs de ese mismo día nació Gino con 1,600 gr, tan pequeño que parecía un muñequito, tan hermoso como su hermana el día que nació… con su misma nariz, sus mismos ojitos, el mismo pelo. Lo vistieron, lo abrazamos, lo miramos y nos despedimos, todo fue tan rápido que no pudimos reaccionar. Y al otro día me sentí tan vacía, sin mi panza y sin mi bebe en brazos… con mis pechos llenos. Odie mi cuerpo, los espejos: extrañaba mi panza y no podía creer lo que había pasado…  

Y como en un sueño viene a mi mente la imagen de unos 13 días antes de su muerte en el santuario de la Virgen del Cerro en Salta: junto a nosotros estaba una mamá con un bebe que padecía trisomía 18 que respiraba con mucha dificultad, se ahogaba a cada rato y tenía la mirada perdida, de una persona que agoniza… y a través de esos ojos que pedían que llegue ya la muerte y que pare ya el sufrimiento; mi Gino se despedía de mi.